viernes, 20 de marzo de 2009

Échale más agua al sancocho

Échale más agua al sancocho, es uno de los tantos dichos de mi tierra, que se puede aplicar en muchas situaciones, pero sobre todo, de manera textual, cuando hay exceso de invitados y, como consecuencia, hay que hacer rendir el sancocho como sea. Hecho sobre el que cada quien tendrá su propia historia o recuerdo.

Recuerdo, por ejemplo, una tarde de sábado en Bogotá, en el apartamento de mi amigo Jorge Arrieta Violet, en la que hicimos un sancochito, pa’ soplarnos unos guaros, hablando damier y, al enterarse del plan se unió otro amigo Luis Manuel Medrano Vergara, quien se presentó además con uno de sus primos de Corozal, y nos tocó agregarle un poco más de agua al sancocho, para hacerlo rendir. La cosa iba bien, porque se presentaron con otra botella y la respectiva libra de queso, pa’ las picadas. Pero, como a la hora, llegaron un pelao y una pela’ que eran inquilinos de Jorge, con 4 amigas más, y el Lucho, que no quería perder ocasión, de una se levantó y las invitó a todas a unirse a una improvisada fiesta. La idea no era mala, pero Jorge le dijo que dejara las vainas como estaban, porque después no habría comida pa’ tanta gente. Lucho, azuzado por su primo, no lo bajó de cacorro y polillón, le decía que cómo era posible que dejáramos pasar esa oportunidad, y por último agregó- nojoda “échale más agua al sancocho”-. Ante esa, Jorge sacó una olla más grande y le clavó un pocotón de agua, de manera que lo que en principio iba a ser un sancochito bacano, se convirtió en un montón de aguas claras, con cuatro cacorras adentro. Bailamos toda la tarde con las peladas, y aplazamos el sancocho para más tarde. La verdad es que la pasamos del putas, mientras nos divertiamos sanamente.

Como a las ocho de la noche, decidimos que era hora de darle viaje al famoso sancocho, sacamos los platos y pusimos la mesa y cuando fuimos a buscar la olla, ésta estaba casi vacía. Jorge montó en cólera y puso el grito en el cielo, enseguida comprendió que Lucho y su primo se habían bajado la olla del sancocho. Mientras nosotros bailábamos, los dos se habían comido las presas de pollo y carne y dejaron solo el agua clara y tres papas. No era común ver a Jorge emputado, pero esa vez estaba verdaderamente furioso, y estaba tan cabrero que los echó de su casa.
¡Lárguense!- les grito Jorge.
Pero el par de vergajos lo que hacían era reírse.
¡Par de hijueputas, se largan de mi casa ya! – volvió a gritarles
Y, el par de manes entendieron que debían irse, pero eso si, antes de salir por la puerta, Lucho Medrano, que siempre le sacaba apunte a todo, para acabar de joder y muerto de la risa, le gritó- ¡Me importa un carajo, de mejores fiestas me han echado!

El lunes, nos volvimos a encontrar todos en la oficina y, aunque Jorge todavía estaba emputado, el vergajo del Lucho le mamó gallo un rato, pero luego, por desagravio, para el sábado siguiente, nos invitó a un Mote de queso. Ante tan genial propuesta le pusimos como requisito que estuviera bien espeso y con el ñame, el queso y el suero Atoyabuey, calculado conforme a los que fuéramos, y con derecho a repetición. El resto de compañeros del Área Financiera de la Superintendencia de Sociedades, Gilma Peña, Olga Jaramillo, Elsa Beatriz Lievano Alarcón, etc., ni cortos ni perezosos se apuntaron al Mote de queso y el sábado siguiente le dimos muela al Lucho, que por cierto, pa' terminar de jodernos, nos presentó una sobrina, que estaba más buena que una paleta de guanabana, pero que no dio papaya ni por casusalidad...