viernes, 24 de abril de 2009

Adios a los problemas lumbares

No hay persona que conozca que no tenga una salud que sea totalmente de hierro, cada quien sufre algún mal en cualquier momento de su vida. A mí, por ejemplo lo que me más me ha afectado, desde hace muchos años, son los problemas lumbares. He sufrido insoportables contracturas en la espalda, que más de una vez me dejaron tirado en una cama durante días o semanas. Fui revisado por médicos acreditados y todos daban opiniones respectos al origen de estos dolores, y llegué a estar en el consultorio de uno de apellido Padilla, que me practicó lo que el llamaba un bloqueo epidural, para tres meses después de que no me sirviera para nada su remedio, sugerirme, cual carnicero, que me operara y me quitara un par de discos de la Columna Vertebral. Al no estar convencido de eso, un día hablando con mi amigo Álvaro Puccini, me comento que su padre sufría de lo mismo y que iba donde un quiropráctico de origen argentino, que supuestamente le había ayudado mucho. Me dio los datos y fui a su consulta, el tipo me examinó y me manifestó que debía hacer unos ejercicios específicos y que yo no tenía nada en la columna, para que tuviera necesidad de operarme. Eso me pareció una opinión justa, empecé a hacer los ejercicios que me indicó, pero al poco tiempo, por flojera y ante la falta de resultados abandoné ese proceso.

Tiempo después, conocí al neurólogo Humberto Caiaffa, quien me examinó y al darse cuenta que ya prácticamente no podía caminar, me envió a terapias y además me sugirió que usará una faja lumbar. Tal vez el mejor consejo que me dieron entonces, porque gracias a esa faja pude volver a caminar, pero sólo lo hacía cuando era necesario. El mismo Humberto me dijo que no abusara del uso de ésta, porque era posible que se me debilitaran los músculos de mi espalda. Lo cierto es que poco a poco empecé a abandonar la faja, pero no me atrevía a caminar por mucho tiempo. También, conocí a otro buen médico Carlos Vinicio Caballero, quien me dijo que mi problema era conocido como fibromialgia, y que era de difícil diagnostico y también de solucionar, me mandó unas pastillas para conciliar mejor el sueño y me propuso que intentara no tumbarme en la cama cuando tuviera el dolor. Pero nada lograba realmente curarme. Así que pasé de ser un deportista, que hacía ejercicios a diario, a ser una persona casi inútil, con la grave consecuencia de que me empecé a engordar. Pasé de un peso de 90 kg, hasta llegar a los 115kg.

Pero como no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, empecé a analizar la razón de porqué me venía el dolor y cuando y en que circunstancias se acrecentaba. Lo primero que comprendí era que, contrario a las recomendaciones tradicionales, lo peor para mi mal era dormir en cama dura, porque si estaba boca arriba, al poco rato me venía la contracción. De manera, que empecé a usar un colchón blando y a dormir o acostarme de lado; después, para mantener la posición introduje una almohada entre mis piernas una almohada y conforme me fui acostumbrando a esta agregué una segunda almohada. Como no hay nada más molesto que estar en una posición todo el tiempo, me conseguí una tercera almohada que uso cuando quiero estar boca arriba, que es como me gusta estar, sobre todo cuando veo la TV. Entonces pongo las tres almohadas debajo de mis rodillas, de manera que la columna y sus músculos no sufren en esa posición y así puedo pasar horas viendo televisión con tres almohadas en la nuca y tres debajo de las rodillas.

El paso siguiente fue abandonar paulatinamente el uso de la faja cuando tuviera que caminar, de manera que solo la usaba cuando hiciera largas caminatas, hasta que sin que me diera cuenta dejé de usarla definitivamente, al punto que ya llevo meses sin saber de la bendita faja. Por eso, en estos días de primavera he tomado la decisión de hacer una caminata diaria a fin de tratar de bajar la enorme barriga adquirida por mi voraz pasión por los dulces y por la falta de ejercicio durante todos estos años. El primer día terminé un poco aburrido y con las piernas cansadas, sobre todo porque nunca me ha gustado caminar, pero con los días cada vez he ido más lejos, hasta caminar desde mi oficina hasta el Parque del Retiro, trayecto largo, que pienso superar con creces, porque ahora, como quien dice, estoy caminando más que loco nuevo.