sábado, 24 de marzo de 2012

EL PRECIO DE LA INFIDELIDAD

Hace unos pocos días leí, a través de Facebook, un artículo de la revista Semana, en el que explicaban algunas de las razones por las cuales los hombres son infieles, y vi que en ese escrito pasaban por alto “el machismo”, tal vez la razón más absurda para ser infiel, sobre todo en la Costa Atlántica.
Desde la época de nuestros abuelos siempre escuchamos historias de individuos de clase alta que llevaron doble vida y, el día que morían, en su sepelio, se destapaba el pastel, pues le aparecían la otra mujer con uno o más hijos. Sobra decir, que los hijos legítimos se sentían ultrajados y miraban con desprecio a los que en realidad eran sus hermanos, aunque tuvieran la piel más oscura y, si en esos momentos su padre se hubiera levantado, le habrían pegado con la pala, para asegurarse de que estuviera bien muerto y enterrado.
Siempre fue muy común en nuestra tierra que el hombre se sintiera más hombre, si saliera a emborracharse cada vez que le apetecía y, si además tenía relaciones con todas las mujeres posibles, hasta el punto de que algunas esposas como no podían mantenerse por si solas, con tal de mantener un status social, no sólo le aceptaban ese proceder, sino que le permitían a su marido todas y cada una de sus “hazañas”. A saber en donde y en que momento se originó tan absurda costumbre, que afortunadamente los tiempos modernos, en los que la mujer estudia y trabaja, están relegando al ostracismo. Costumbre que, aun hoy, algunos pocos hombres pretenden mantener, a pesar del daño que le hacen a su familia, y que el en fondo se hacen a si mismo.
Desafortunadamente, para estos sujetos, tarde o temprano aprenden que la hombría no se mide por el número de mujeres con las que se tiene sexo, la mayoría prostitutas, por cierto; y que, en realidad, no son más más machos que el resto de los hombres, sino simples tontos que echan por la borda lo único bueno que tienen y, con ese proceder, sólo consiguen dilapidar su patrimonio o, peor aun, perder a su familia. Y, cuando son descubiertos, su esposa o, les pone las maletas en la puerta, o en contraprestación, toma la decisión de pagarle con la misma moneda y le instala una bella cornamenta, con más ramificaciones que las de un venado. Es allí cuando se forma la de Troya, porque entonces su “honra” se siente vulnerada, y pretenden exigir, a veces violentamente, una fidelidad que ellos no han sabido o querido tener con su pareja.
En el caso de los que son echados de su casa, hay quienes al estilo Donald Trump, aceptan su destino, y para demostrar que son muy machos, se consiguen una nueva mujer que tenga 20 años menos que la que perdieron. Otros en cambio, comienzan a suplicarle a la mujer que los perdone, y se inventan excusas de lo más absurdas acerca de su accionar, para conseguir que ésta les permita regresar. Y, si por casualidad logran convencerla, al poco tiempo volverán a sus andadas, hasta que la mujer se harte y los eche definitivamente de su vida. Ese es el momento que estos tipos no quieren aceptar, así como tampoco aceptan que su exmujer pase página e inicie una nueva vida y una nueva relación sentimental con alguien que la valore. Cuando eso sucede, algunos empiezan a acosarla, amenazarla y hacerle la vida imposible. Para entonces, han olvidado que ellos han sido los únicos culpables de la situación que se les presenta, y que están pagando con creces el resultado de sus acciones. No son capaces de comprender que, la infidelidad no sale gratis, la infidelidad tiene un coste que tienen que asumir, y en el momento que lo asuman, es cuando realmente demostrarán que son verdaderos hombres y no los insensatos que por persistir en costumbres obsoletas o por fanfarronear ante sus amigos, han dañado su vida y la de los demás.
Lo peor de este tipo de conductas es que las consecuencias, cuando son fatales, no sólo los afectan a ellos, pues irremediablemente terminarán en la cárcel, sino que afectan moral y socialmente a sus propios hijos. Más si se trata de una ciudad como Barranquilla, que a pesar de su millón y medio de habitantes, sigue siendo un pueblo chico, en el que todo se sabe, y socialmente poco o nada se perdona o pasa por alto.
La fidelidad, en contra de lo que algunos intentan predicar, no es contra natura. De hecho, muchos animales como los pingüinos, la nutria gigante, el chacal, la lechuza, etc., también practican la monogamia y son fieles a su pareja y familia. De manera que no hay excusa válida para justificarla. Cuando se escoge pareja para formar una familia se asumen compromisos, y si no se es capaz de cumplirlos, entonces lo mejor es separarse y buscar un nuevo porvenir, antes de causar un daño irreparable.
Como decía mi abuelita: “La vida es bella, el bellaco es uno”.